martes, 23 de noviembre de 2010

El único

... Kasparov, con la mirada fija en el peón negro que acaba de arribar a la séptima fila, no advierte que Bobby se arrellana en su asiento, en medio de un silencio que cierra nuestras gargantas.
Las manos que apoyan las sienes del formidable ruso están tan inmóviles como sus párpados. Es un momento eterno, histórico, terrible. Todos intuimos lo que va a suceder; todos esperamos que suceda. A mí me tiembla la quijada; mis dientes chocan, aunque no hace frío. Mi cuerpo es gelatina que pierde, más y más, consistencia. En el sector donde se ubican los grandes maestros, son pocas las manos que ensayan jugadas sobre los tableros que replican El tablero: la mayoría envuelven una nariz, un mentón, tocan una sien o acarician los cabellos de una cabeza. Hay quienes dan la espalda al escenario del combate, con los ojos más mojados que lo acostumbrado. Casi exánimes parecen otros; algunos se soban las rodillas; otros, sentados, hunden la cabeza bajo el peso de las manos entrelazadas sobre la nuca. Tú, a mi lado, sonríes nerviosamente y me miras con los ojos ligeramente rojos; sujetas con manos temblorosas mis brazos temblorosos. Por fin, el Oso de Bakú se dispone a hacer su última jugada.
Un nudo me sube rápidamente del pecho a la garganta. Pienso en lo fugaz de la historia, no más que nuestras vidas. En el privilegio inmerecido de vivir este momento. En los veinte años que separan a los dos gigantes que sostienen esta batalla, imposible, final y definitiva. Pienso en todo eso mientras los ohs, los aplausos, los saltos y los hurras sobrevienen ahora que la diosa Caissa ha elegido al mejor, al único.
Kasparov extiende la mano, y yo empiezo a llorar como un niño.

martes, 9 de noviembre de 2010

Adán

(Loneliness/ Luis Barbosa Mañero)

En tus manos
Aún hay polvo

En mi cuerpo
Ansias de otro paraíso

Padre
Haz que esta noche durmamos dos

domingo, 5 de septiembre de 2010

Inquisición

(Female silhouette, black background/ fotografía de Declan McCullagh)

Echo los libros al fuego
Nada me han enseñado de ti

Tendido a la luz te espero
Ave y ceniza

domingo, 8 de agosto de 2010

Los papeles perdidos de Robert Kincaid (trozo 3)


[...] en esos días, lo que vivimos apenas empezaba a desplegar su fuerza y su tiempo. No te amé entonces como te amo ahora.
Cuando pienso que tu piel la disfruta otra piel que no es la mía, me duele, pero no dejo de amarte. El amor debiera clausurar toda puerta abierta a otro sentido, al ingreso de otro cuerpo que no fuera el amado, pero no lo hace. Muchas veces me he preguntado el porqué. Quizá la respuesta sea que no son puertas para él; para nuestros cuerpos, sí. La plenitud del amor se alcanza con la cercanía física y difícilmente podemos aceptar renunciar a vivirlo así. Pero quizá me equivoco en eso y el amor, después de todo, tenga dos caras: la de la felicidad y la del dolor. En estos años en que no estoy contigo, no por eso he dejado de amarte con dolor, pero también lo he hecho plenamente.
Los días que no hemos tenido y que no tendremos, en nada cambiarán lo que me liga a ti. Simples mortales de carne y hueso, no está en nuestras manos el impedir la fidelidad de nuestros cuerpos al disfrute de los sentidos. Pero eso no significa el triunfo de estos. Tal vez tú, como yo, lo hemos buscado, incluso a veces con desesperación, siguiendo el camino de algo que no es más que la fuerza biológica primigenia, para la que están hechos ciertos deseos y partes del cuerpo, básica para la supervivencia de la especie.
Pero no es su triunfo, porque el amor se sirve de ella, mas no está a su servicio. Lejos de lo amado, se repliega a una dimensión donde nada, pero nada, lo mancha: esa intimidad a la que ningún cuerpo ajeno puede acceder y que [...].

miércoles, 14 de julio de 2010

Diccionario inverso (3)

(A kiss/ Vahan Bego)

Fragua en que se forjan las ansias
Oasis en la arena de dos pieles
Mañana que trae a la noche
Espejo en que se desviste una certeza
Guerra y paz de vencedores vencidos
Beso

sábado, 15 de mayo de 2010

Baltasar Garzón

Un hombre no es Dios; es más, si pretendiera acercársele, tendría la obligación de ser imperfecto. No se saltan etapas.

Baltasar Garzón no pertenece más solamente a España. Las dimensiones de la justicia son tan amplias, que nada humano le es ajeno. Garzón lo demostró y lo demuestra con la solidaridad sin fronteras que lo acoge.

He leído que «el poder del Tribunal Supremo acabó ayer con la carrera de Baltasar Garzón, el juez de la democracia». Nada más equivocado, porque la carrera de Garzón no es ni fue la carrera judicial, sino, precisamente, la de la democracia. Es contra ésta que se ha sentenciado «ayer». Es contra la democracia con quien, «ayer», la justicia de un tribunal torpe ha aplicado la Injusticia.

Garzón no podía pretender intentar sancionar los crímenes de lesa humanidad y salir indemne. Jesús no sería Jesús si no hubiera acabado en la cruz. «Ayer», al juez Baltasar Garzón lo han coronado con el último laurel que le permanecía esquivo.

Las leyes son cotas que intentan impedir la instalación del acto injusto. Cuando nacieron para proteger la propiedad, lo hicieron porque ésta era lo que se debía a quien la había ganado. Por eso la justicia es lo que se le debe a cada cual.

La seguridad que intenta proteger el derecho no es sino la extensión de los brazos de la justicia, no de la ley. Una ley no tiene ningún sustento si no es expresión del amparo contra la injusticia. Cuando se olvidan los fines de la justicia, cuando ésta se reduce a la letra de la ley y olvida la mano que la escribió, el derecho degenera y, con él, también el hombre.

Si la ley impide investigar los crímenes del franquismo, es una ley injusta. La justicia es la base de todo desarrollo del derecho; la letra de la ley es una rémora si permite la injusticia. No debe olvidarse que los derechos humanos se imponen a costa de tanta ley petrificada. No se puede respetar la ley si eso significa respetar la injusticia.

A Garzón se le debe el haber extendido la jurisdiccion, es decir, la capacidad de persecución del derecho penal, al ámbito internacional. No somos hombres de un solo país. La tierra que pisamos nos da una nacionalidad, pero no humanidad. Lo único que hizo Garzón fue ser consecuente con los límites de la justicia. Por eso no es hombre de la ley; ningún juez lo es. Si el derecho avanza, lo hace por la justicia, por hombres como Garzón. Un juez no es un abogado, simple defensor de un cliente que le paga con dinero.

El Garzón de carne y hueso pudo haber pecado, pudo haber fallado. ¿Qué hombre no lo hace? Pero no es la justicia adlátere del franquismo la que nos tumbará al juez por quien, un día, madres e hijos de hombres que perecieron por lo mejor que tenían, creyeron, siquiera por un instante, en la ley como encarnación de la justicia.

jueves, 29 de abril de 2010

Caín


Cuenta mis palabras
Atisba su cielo de silencio
Clamo por una nube

La tierra está estéril
Una palabra tuya bastará para que brote